En la intervención de las universidades, las humanidades y las ciencias sociales llevaron la peor parte. Algunas instituciones y facultades se convirtieron en refugio de profesores despedidos, que de otro modo, debían seguir al exilio: ser exonerado impedía, en la práctica, la recontratación. Algunos profesores de filosofía enseñaron en la Academia de Humanismo Cristiano, otros en la Facultad de Ciencias Físicas y en la de Derecho de la Universidad de Chile. Esta universidad y la Universidad Técnica del Estado fueron los blancos principales de la represión. La Academia de Humanismo no se constituía aún en universidad y dependía del Episcopado; las otras dos facultades, eran ‘profesionales’. La intervención significó, en efecto, una agudización del carácter profesional de la educación superior, en evidente desmedro de la formación humanística. En las dos Facultades antes indicadas, se formaron departamentos o centros de humanidades. Los Departamentos de Sociología, Lenguas Clásicas y varios otros del antiguo Pedagógico de la Universidad de Chile, fueron suprimidos. Las instituciones receptoras de estos académicos solían estar ligadas a organismos internacionales, o ellas mismas tener financiamiento externo. Me parece que ese era el caso de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), entre otros.
García de la Huerta, M. (2023). “La universidad vigilada” . Revista De Filosofía, 80, pp. 267–269. Recuperado a partir de https://revfono.uchile.cl/index.php/RDF/article/view/73385